Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

sábado, 7 de junio de 2008

Un rodeo por Navalcán




Lo único que tenía claro era que aquel sábado debía dormir en Orense. Nada más.
El viernes, poco antes de llegar a un hotel de Denia aún no sabía por dónde ir hasta tierras gallegas (por el camino más corto, NUNCA). Había recibido una invitación para pasar por Navalcán (Toledo) y participar en una “Reunión de Grandes Viajeros” (en moto, se entiende). Para ello debería estar en Valencia a las cinco y media de la mañana y dar un rodeo de unos 300 kilómetros. Una locura. Por supuesto, acepté.

No es muy habitual abandonar un hotel a las 4 de la mañana. El recepcionista no sabía si iba o venía. No obstante, gracias a esa mezcla de pena y sentido de la solidaridad que despertamos quienes viajamos en moto, me preparó un suculento desayuno en un momentito.
Había quedado en la capital levantina con Javier Cordero y Diego Moriana, los protagonistas de “Rumbo a Tartaria”, grandes viajeros donde los haya que consiguieron (entre otras muchas cosas) llegar hasta la capital del antiguo reino Nabateo, Petra (Jordania) en sus motos y además grabar una película mientras tanto. El encuentro fue emocionante puesto que he visto su film muchísimas veces. Al rodar con ellos, me parecía estar metido dentro de un DVD. Iba en silencio a veces, silbando a ratos y cantando, casi siempre.
Nos llovió un poquito y nos perdimos un par de veces. Yo no decía nada por dos razones: primera, confiaba que éstos se liaran y termináramos yendo todos a Siria o por ahí. Segunda, porque tampoco sabía por dónde ir. Y terminamos puntualmente en Navalcán, que no es mala cosa.
La llegada fue espectacular. En aquella plaza había motos que han viajado por todo el mundo, que se han averiado por cualquier lugar del planeta, motos que no entienden de fronteras, a las que no se les resiste ningún idioma, ninguna raza … Y presidiendo la recepción se encontraba Juan Recio, precursor de la Reunión este año y, además, amigo mío. Como no me esperaba se llevó una gran sorpresa y fundidos en un abrazo festejamos el habernos encontrado en tan preciosa plaza.





Aunque echamos en falta a Conchi Cosme y a Jaime Núñez, que recién llegados de Sudáfrica arribaron a la Reunión algo más tarde, allí estaban muchos de los moteros españoles que han llevado sus motos por todos los confines del Mundo, como Enrique Vidania que junto a su hijo Fernando han sido los primeros españoles en hacer el “four corners” americano, o Antonio Veciana, quien dio la vuelta al mundo en vespa en 79 días a comienzos de los 60, o los hermanos García (Jose María y Jaime) que hicieron en moto todo América (Norte, Centro y Sur) y además el primero de ellos corrió el Dakar hace un par de años; o Vicente Malpica gran conocedor de los lagos de Canadá y tantos y tantos otros…
Había visto fotos de todas aquellas motos mil y una veces, en revistas, en periódicos, en Internet… junto a ellos me sentía como cuando en algún cómic se reúnen buen número de superhéroes, que si Superman, Batman, Spiderman, Hulk, el Capitán América, etc, etc, todos juntos en un mismo cómic y yo con ellos. No hay palabras para describirlo.




Aunque la Reunión consistía en varios actos, yo sólo pude asistir a la ruta y comida por el espectacular Parque Nacional de Monfragüe, en Cáceres, que con aquella compañía parecía aún más hermoso.
Y a media tarde, no sin gran pena, decidí abandonar el grupo para volver a circular en solitario, puesto que aún me quedaba largo trecho por tierras lusas para llegar a mi destino. Y lo hice casi 18 después de haber arrancado la moto por primera vez, tras haber recorrido 1325 kms, con la inmensa satisfacción de haber participado en aquella magnífica Reunión, con la felicidad de haber llegado, a dormir, a Orense.