Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

sábado, 27 de febrero de 2010

One way ticket



Para el viaje más corto (o más largo, según mire) vacié la casa y la cargué en la moto.
Con las paredes desnudas, me senté en aquel colchón vacío, por última vez. Se podía escuchar perfectamente cómo la casa me hablaba. Antes, con tanto mueble, no conseguía oirla.
Recuerdos de seis años y medio de felicidad...
Después cogí mi billete de ida y monté en el barco por última vez. Mi cargada moto lucía hermosa.
E Ibiza se iba haciendo cada vez más pequeña hasta que desapareció en el horizonte. Definitivamente.
Una lágrima quedó en el puerto. Un beso me esperaba en la otra orilla.

Y el viaje, ya comienza.





miércoles, 24 de febrero de 2010

Los sultanitos y el aprendiz de sultán









Todas las semanas espero con ansiedad la llegada del sábado. El jueves o viernes estoy atento al correo o al teléfono y siempre concertamos una cita que incluye vuelta en moto por la Isla y desayuno. A veces vamos dos, otras cinco, en ocasiones cuatro… da igual el número, la cosa es que siempre vamos varios amigos. No sabemos muchas cosas unos de otros, apenas sé donde trabajan, no conozco a sus mujeres y ellos apenas conocen a las mías (bueno, ya sí). Sin embargo somos “motoamigos”. Después de las curvas de rigor y aprovechando alguna espectacular vista de nuestro litoral ibicenco, delante de unas tostadas y cafés, debatimos largo y tendido acerca de alguna moto moderna, o clásica, sobre algún viaje realizado, o por proyectar, discutimos y elegimos la mejor moto del año, o la más bonita, o la más fea… si hay que elegir una moto para Max, lo hacemos, aunque luego sea el azar quien decida… si hay que meterse con la moto de Juanjo, lo hacemos, aunque luego sea la más bonita de todas… si hay que aguantar que Xavi nos deje a todos atrás aunque tenga la más pequeña, lo hacemos, aunque siempre digamos que estábamos esperando a los demás… si hay que explicarle a Charlye cada viaje y cada foto, lo hacemos, aunque luego los suyos sean igual de chulos o más…









Pero últimamente los sultanitos están tristes… saben que este sábado el turbante de uno de nosotros ondeará al viento desde la cubierta de un barco gigante… casi como cada sábado últimamente.
La diferencia es que esta vez el billete es sólo de ida…
Y yo, que sólo soy un aprendiz, estoy seguro de que os echaré de menos cuando cada sábado os busque al otro lado de mi tostada, o cuando me dé cuenta de que en los retrovisores de Simba no aparece la moto pequeña, la gorda, la fea o la lenta… aunque sea mentira…


lunes, 15 de febrero de 2010

El Tesoro de la Isla






Hoy miro hacia atrás y no tengo ninguna duda:




Hay quien cree que el encanto de Ibiza reside en la fiesta, en las discotecas, en el ambiente loco y desenfrenado que le ha dado fama mundial, que ha conseguido que año tras año lleguen en eterno peregrinaje miles y miles de turistas... puede...






Hay quien está seguro de que la magia de Ibiza está enterrada bajo la arena de sus blancas playas, sumergida en sus verdes aguas, oculta detrás de algún inimaginable atardecer... tal vez...













Los hay que opinan que en la tranquilidad de su ritmo de vida, en sus idílicos paisajes, en una canción chill out, en una carretera sin asfaltar, en la extraña mezcla de ver flamencos junto al aeropuerto, o flamencas en el puerto... quizás...













Seguramente todos tengan un punto de razón pero, según mi criterio, el Tesoro de la Isla está en sus habitantes, en ese montón de locos sin igual que hacen que Ibiza sea maravillosa, inolvidable, que consiguen que te lleves Ibiza tatuada en tu corazón... benditos locos...









Hoy miro hacia atrás y me doy cuenta de que aún no me he ido y ya os echo de menos... ¡¡¡HASTA SIEMPRE AMIGOS!!!



miércoles, 10 de febrero de 2010

El Corazón de la Montaña



Pasamos frío y calor. Aguantamos tormentas de lluvia y de nieve. Recorrimos kilómetros y kilómetros tumbados por el viento lateral. Vimos lagos helados, niños jugando con trineos, pueblos comunicados por pistas de esquí de travesía. Cruzamos diez fronteras en diez días. Dormimos en buenos hoteles y en otros no tan buenos. ¿Solos?,¿acompañados? Comimos queso y chocolate. Bebimos pintas y más pintas. De cerveza y cerveza. Nosotros, hemos estado diez días en Suiza y en los países limítrofes. Hemos subido montañas, más altas que las nubes, hasta tocar el cielo y las estrellas. Hemos tenido que renunciar a otras cumbres emprendiendo la vuelta por donde había intentado subir e incluso hemos cruzado alguna montaña nevada por su interior más profundo…




Aquel día a primera hora mi amigo Juan Manuel Tejedor y un servidor, abandonábamos la Saboya francesa desde la que ya se divisaba el majestuoso Mont Blanc, la cumbre más alta de Europa con sus 4.810 metros de altura. El cielo estaba despejado pero los campos que cruzábamos estaban nevados. Primero un poco de nieve. Luego mucha nieve. Reinaba un silencio estremecedor. En el valle apenas se escuchaban los rugidos de nuestras dos motos. Comenzamos a subir el Col de la Forclaz de 1526 metros. Nunca pasará a la historia por ser el que más en nada pero nos resultó extremadamente bello. Será porque la nieve en sus laderas se acumulaba hasta más arriba de nuestras cabezas… será porque a través de él cruzamos la frontera suiza por primera vez en este viaje… será porque a través de él desembocamos en el valle del Rhone… será porque ¿qué más se necesita en esta vida que dos amigos, dos motos, mil puertos en el horizonte y un depósito lleno de combustible?
Llegamos a Martigny. Y lo cruzamos. Llegamos a Sion. Y la dejamos atrás. Llegamos hasta Brig, y la vimos: una señal nos anuncia tres puertos de montaña cerrados: el maravilloso Nufenenpass, el extraordinario Grimselpass y el espectacular Furkapass.
No tendría nada de especial si no fuera porque son las tres únicas salidas que tiene el valle. No hay más. Convocamos una reunión de emergencia y unánimemente decidimos seguir. Ya se nos ocurrirá algo. Después de todo los suizos son más famosos por hacer relojes que por los carteles de “puerto cerrado”. Poco después de Münster aparece el cruce del Nufenenpass: ni lo intentamos. Lo mismo sucede con el Grimselpass. Así que seguimos ascendiendo por la única vía que nos queda. Hasta que deja de quedarnos esta vía. Hablando de vías, aparcamos las motos, desolados, junto a una estación de tren. Concluimos buscar alojamiento en las nevados alrededores y el día siguiente volver por el mismo camino, derrotados por la nieve. Se acerca un señor tan simpático como alto, con sus esquís al hombro y su señora de la mano. Nos pregunta que si somos italianos. No. ¡Ah, españoles!. Nos explica que él también tiene moto, pero no en invierno. Le comentamos nuestras penas, tenemos motos en invierno pero no carretera en los Alpes… y el tío, sonriente a más no poder nos sugiere vencer el Furkapass subiendo nuestras motos a un vagón del tren que, a través de un túnel tan largo como oscuro, nos dejará casi en Andermatt, en la otra vertiente del Furka.
Nos despedimos de él jurándole gratitud eterna.



Y ese fue el día en el que ascendimos una hermosa montaña, no pudimos ni intentar trepar o escalar otras dos y la última la atravesamos por su tenebroso corazón. O quizás fuera al revés y el Furkapass nos atravesara el corazón a nosotros.
Seguramente fuera así. Sí.



jueves, 4 de febrero de 2010

Mi Buena Estrella



Y de repente, en el kilómetro más inesperado de tu vida aparece un cruce, lleno de locas posibilidades para la bendita indecisión... dudas, dudas, dudas, improvisación, decisión, mi buena estrella y la ¿sabia? elección.

Nadie podría imaginar que aquella noche me iba a "perder" entre las calles Polonia y Noruega… perdido... Un cruce, una sonrisa, ¿dudas?, improvisación, mi buena estrella y la loca elección.

Una cuerda locura, una decisión valiente... ya me voy...
¡ah, y mi Buena Estrella!


lunes, 1 de febrero de 2010

IL DOLCE FAR NIENTE






La vida del viajero es agotadora. Consigue días libres para llenarlos de millas, elige un destino de entre tus sueños, haz magia con el presupuesto, encuentra un ferry con horarios adecuados, consigue que la moto esté en perfectas condiciones, no olvides el traje de lluvia en verano, no te dejes los guantes de verano en invierno… piérdete en un país cualquiera, déjate engañar lo justo en la frontera o en el mercado, logra un alojamiento digno, consigue comida cuando tengas hambre, gasolina cuando la moto vaya ligera, dobla bien el dichoso mapa, acuérdate de dónde guardaste tu camiseta favorita… ten paciencia con ese compañero que se retrasa, sonríe a los lugareños, sé un caballero con las lugareñas, charla con moteros de otras banderas, sé un piratilla con las lugareñas…
Y el cargador del móvil, y el cargador de la cámara de fotos, y el cargador del mp3, y el cargador y el cargador y la maleta de los cargadores.
Guarda tus recuerdos, compra recuerdos; lleva regalos. Llama a casa, manda un mensaje a aquella chica, escribe en el blog, haz fotos, haz fotos, haz fotos, escribe en tu cuaderno de bitácora. Si eres creyente, reza, si eres supersticioso cuida de la pata de conejo.
Conduce con cuidado. Y si estás cansado, conduce con cuidado. Y si estás contento, conduce con cuidado. Y si el paisaje te vuelve loco, conduce con cuidado. Y si llueve, nieva, hace viento o hace calor… conduce con cuidado, conduce con cuidado y conduce con cuidado.
Controla el aceite, revisa la presión de los neumáticos, échale un ojo a los frenos, mima tu moto para que siga sin quejarse. Estudia la ruta del día siguiente, no olvides el día de vuelta ni los kilómetros que te faltan. Ten un rato diario para recordar a tu familia, para sentir a los amigos que no han venido, para disfrutar del viaje realizado, para disfrutar del viaje a realizar…



Una de las grandes motoviajeras que hay en España responde al nombre de Beatriz Regueira. Entre sus virtudes están la de fotografiar lo que nadie ve, la de narrar con maestría lo que todos ven. Cuando uno termina de leer las crónicas de sus viajes cree estar bajándose de la moto, como si también hubiera estado allí. Fue ella, Beatriz, la que en la crónica de un viaje a Eslovenia que disfrutó el año pasado, hablaba de “Il dolce far niente”… de la dulce ociosidad, de halagar los sentidos sin hacer nada, distrayendo el espíritu, dedicándose a la vida contemplativa.
Y es que es cierto que, en los viajes, entre tanto trajín, siempre conviene encontrar unos minutos de relajo, un rato sin obligaciones, un momento en el que la presión se disipe, un paréntesis en el que lo agradable, lo interesante, lo dulce sea… no hacer nada. Nada.
Simplemente mirar, contemplar, sentir, estar… o a veces ni eso.
Y es que la vida del viajero es agotadora. Eso sí, bendito agotamiento.