Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

miércoles, 7 de julio de 2010

La llamaban Molinera







El día en el que mi amigo Julián propuso llevarme hasta un molino de viento no podía imaginar la sonrisa que iluminaba mi rostro. Por supuesto, acepté.

La primavera estaba ultimando sus días; esta primavera que nos ha llevado, sin aviso, del frío al calor, de tormentas a sol, de viento a calma chicha… pero aquel día hacía sol a primera hora de la mañana.
Julián imaginó sobre el mapa una carretera por la que apenas cabría un coche, repleta de curvas, mal asfaltada… el sueño de cualquier mañana dominguera.






Y luego se nublaba… y el asfalto mejoraba… y salía el sol… y llegaban más curvas… y pasábamos de Alicante a Valencia, de Valencia a Alicante… yo ya no sabía dónde estábamos; sólo estaba seguro de estar pasándomelo muy bien, de estar disfrutando de aquella jornada motera cuando, allá a lo lejos, divisamos las esbeltas moles a las que nos fuimos acercando negociando algunas curvas más.



Allí, al refugio de las inmensas aspas iba recapacitando sobre cuánto han evolucionado los molinos a lo largo de los siglos… a pesar de que el mecanismo sigue siendo el mismo. Dice Jaume Torres, experto en BMWs y amigo mío, que puede evolucionar la mecánica pero que las leyes de la física siguen siendo las mismas que hace mil siglos. Pues eso.




Y contemplando el baile de unos molinos con otros lancé un beso al aire para que las aspas lo esparcieran a través de los siete vientos porque, allí, bajo un molino, recordé que, a mi Madre, la llamaban Molinera.



2 comentarios:

  1. Ojalá fuera tu madre para estar tan orgulloso como lo estará ella del chicarrón que ha criao!

    Eres un preciosista de las palabras, que pena que no se me pege na!

    ResponderEliminar
  2. Bonitas fotos y cronica Mc sin duda el postre ideal a una mañana motera.
    Un abrazo amigo..............

    ResponderEliminar