Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

martes, 29 de junio de 2010

VOLVER












Las dos horas de viaje en un barco que luchaba contra las olas, rumbo a mi querida Isla, fueron especialmente emocionantes.
Y más aún lo fue el volver a flotar con las ruedas de mi moto sobre sus hermosos parajes.

Aunque hayan pasado cuatro meses desde que me fuera, tenía la sensación de que seguíamos formando parte del paisaje de Ibiza…


Volver a asomarnos a Es Vedrá… fue mágico…





Volver a confundir el azul de Simba con el del mar… fue un verso del alma…





Volver a juguetear con las curvas del interior de la Isla… fue un privilegio…








o con las de su costa...








Volver a ver a mis amigos en los retrovisores de mi montura… fue un honor…








Volver a descubrir que algunos días comienzan cuando el sol se esconde en el mar… fue una travesura...








Pero, paradójicamente, coger el barco de vuelta para volver a casa, era lo que quería.

lunes, 7 de junio de 2010

De nuevo Sultán

No sé cómo me perdí pero no había duda de que me había perdido.

El laberinto de callejuelas no tenía lógica alguna. La moto pasaba a duras penas entre los mercaderes que acababan de cerrar sus negocios e iban apareciendo y desapareciendo entre nuevas y estrechas callejuelas que yo no comprendía cómo surgían de la nada…

Por primera vez en el viaje sentí frío.

Y oscuridad, sentí oscuridad. Casi miedo.

De algún lugar apareció una cara sonriente.

-¿todo bien, amigo?- me preguntó

Decidí quitarme el casco para tranquilizarme y contestar que no.

-¿pero tú no eres de aquí? con esa cara pensaba que sí, con esa matrícula no. ¿dónde está tu sultana?

-en España, contesté.

-ah, está “de rodríguez”… pero si tienes sultana… entonces tú eres sultán… es como si fueras turco, como yo… ya te lo decía, ¡con esa cara!. Pasa y tómate un té amigo sultán.

Y aquella tarde de mayo, fría, en aquellas callejuelas sin sentido que rodean el “Gran Bazar” de Estambul comprendí que aquel mote que últimamente ya no me hacía tanta gracia, tal vez, no fuera tan mala cosa…