Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

viernes, 11 de marzo de 2011

Un millón de gracias





Aquel día había en Valencia un montón de piedras. Un millón o así. Las había traído todas Miquel Silvestre, nacido en Denia y residente en el mundo. Desde el África. En su moto.
Yo no las conté pero él sí nos las contó a nosotros… y nos contó que no había viajado nunca en moto y arrancó una. Que no sabía inglés y aprendió, nos contó. Que siempre que se caía la moto, la levantaba, que siempre que se caía con la moto, se levantaba. Que cuando estaba solo aparecía alguien. Que cuando era imposible pasar, pasaba. Que, en ocasiones, vale más lo que menos cuesta. Que las historias de aventuras en lugares hermosos y peligrosos son más historias que aventuras, que los lugares son más hermosos que peligrosos. Nos contó que una noche contó tres mil estrellas…














Nos contó que un día se quitó una corbata y se puso un casco… por eso, ahora, cuando hace calor pasa calor, cuando hace frío pasa frío, cuando llueve se moja. Por eso mola más el casco que la corbata, porque es mucho más real.
¡Jopetas, tres mil estrellas!














Y que un día se bebió un millón de cervezas, nos lo contó; que por eso siempre lleva un termo, nos lo contó; que, por ahí, siempre que necesita una mano, hay una mano, nos lo contó; que viajar le ha convertido en mejor persona, que su moto tiene bendición eclesiástica, que su libro le ha escrito a él,  nos lo contó, nos lo contó y nos lo contó…
Y que errar no es errar…
Nos contó que los leones de las Cortes, cuando le ven pasar, se quieren ir de Madrid.
¡jopetas, tres mil estrellas!






Nos contó que pronto volverá a arrancar su moto… un millón de gracias por hacerlo, Maestro, no olvides traernos más piedras.
¡Ah, y alguna estrella!.