Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

viernes, 17 de junio de 2011

La Historia Interminable


ÁURYN Talismán del libro escrito por Michael Ende cuyo título ha copiado, sin pudor, el autor de este relato. Tiene forma de medallón con dos serpientes que se muerden mutuamente las colas. En su reverso reza “haz lo que quieras” // Símbolo de la Emperatriz Infantil.  Los habitantes de Fantasía nunca pronuncian su nombre, llamándole “la alhaja” // Joya. Quien lo porta es merecedor del respeto de los demás // Lugar. En donde se encuentra la Fuente de la que brontan las “aguas de la vida”. Donde se mantiene el orden del universo. En donde se encuentra el portal que sirve de conexión entre Fantasía y el mundo real. // Objeto Mágico. Brinda a su portador protección absoluta y se cumplen sus deseos hasta su Verdadera Voluntad. Se corre el riesgo de olvidar el mundo real y de que, ay, entonces, ya nunca se pueda volver.






Hoy hace un mes del fatídico accidente que le costó la vida a Simba, mi querida, noble y leal, Simba, esa maravillosa motocicleta con la que he reído y llorado, con la que he pasado frío y calor, con la que he recorrido carreteras de veinticinco países, con la que, a lo mejor, te he conocido, con la que he disfrutado, viajado y vivido…
Como en una historia interminable, tocaba elegir sucesora. Difícil decisión. Como Simba era mi segunda GS 1200 Adventure tenía claro que no quería tripitir… pronto me decanté por una preciosa 1200 RT. Maravillosa máquina para viajar con casi todas las comodidades inventadas para el motero, dotada de un motor indestructible, una belleza extrema, suficiente autonomía, gran capacidad de carga, elegancia en sus líneas, ruedas con flancos inacabables… Este modelo de moto cuenta con algunos detractores, lo sé, pero no los tuve en cuenta en mi decisión. Grandes maestros míos utilizan la RT para viajar y no me parece que les vaya mal, ya lo creo que no. Yo quería ser como ellos.
Así que, sin más miramientos, hace una semana me dirigí al concesionario. Entré directo, sin mirar a los lados, como si no hubiera más motos expuestas. Monté y sonreí. Las maltrechas costillas hicieron un paréntesis y dejaron de doler. La que vamos a liar, le dije. El resto de motos nos miraban envidiosas. Yo a ellas no. La RT presumía por ser la elegida. La que vamos a liar, me dijo.
Me asomé a los generosos retrovisores y pude ver fronteras, carreteras, orillas, montañas, curvas, valles, alguna autovía, palacios, princesas, alguna tormenta, amigos, estrellas, alguna piedra… Ya estaba viajando.

Y yo seguía notando que me miraban aunque no quería corresponder. Pero entonces, al bajar de mi nueva moto, miré de reojo, a escondidas, con sentimiento de culpabilidad… en un rincón estaba aquella bizca, casi tuerta, que no me quitaba el ojo de encima. Era gorda, oscura, fea, alta como un cigüeño… Parecía una vagabunda con ímpetu para deambular por cualquier lugar en busca de la iluminación, una trotamundos sin límites, una jabata, una peregrina, una zalamera que supo mantenerme la mirada hasta hacerme dudar, hasta liarme, hasta engatusarme una vez más. Ya sin defensas, me acerqué, la toqué… y sentí que de ella brotaban las aguas de la vida, parecióme que a través de ella conectaban el mundo real y la fantasía, sentí protección absoluta, noté que el orden volvía al universo, creí que, tal vez, se cumplieran mis deseos a pesar de que, quizás, ya nunca pudiera volver… En sus retrovisores leí “haz lo que quieras”…
Como en una historia interminable, hoy he vuelto a arrancar a Mamut y a Simba... hoy he arrancado a Áuryn, mi nueva adventure.