Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

viernes, 3 de febrero de 2012

El hombre que susurraba a las motos



                                                                                                 (foto Juan Recio)

Cuando las maletas de mi moto apenas tenían alguna pegatina, yo compraba revistas de motos y abría directamente las páginas dedicadas al mundo de los viajes. De los viajes por el mundo. Y allí estaba Juan Recio viajando a los Alpes, Escocia, Austria o Cabo Norte… a veces en solitario, en ocasiones acompañado, impartía lecciones magistrales de destinos extraordinarios que se han ido convirtiendo en indispensables para cualquier viajero con ansias de conducir su moto más allá de los montes Pirineos. Con los ojos abiertos como platos me teletransportaba con sus fotografías y soñaba con sus versos. Algún día, pensaba, tal vez yo pudiera llegar a alguno de esos destinos, como hace el maestro Juan.



(foto Juan Recio)

Fueron pasando los kilómetros y se fue terminando Europa. Su Alma se tiñó de amarillo y en las revistas iban apareciendo viajes allende nuestro continente, con destinos cada vez más selectos y envidiables. Marruecos, Ushuaia, Dakar o hasta el lugar en el que se ve “a un lado Asia, al otro Europa”. Yo no podía imaginar que fuera posible viajar en moto por allí. Cada año había una nueva sorpresa, cada viaje tenía una nueva fotografía imposible, cada párrafo contenía una nueva inspiración, un nuevo sueño, una nueva lección…


Fue entonces cuando, organizó una reunión de Grandes Viajeros en Navalcán y se empeñó en que asistiera, siquiera unas horas. Allí, en la plaza del pueblo, nos conocimos. Allí, al ver la ilusión de un niño en un cuerpo de adulto lo entendí todo. Y allí, con aquel abrazo, quedó sellada aquella amistad que había comenzado a fraguarse años antes, a través de los sueños que vendía un quiosquero.






                                            (fotos Juan Recio)


Llegaron los años de viajes irrealizables, inimaginables o impensables. Lo mismo te contaba una excursión por el Machu Pichu, por “la carretera de la muerte”, por el salar de Uyuni o por una ruta maya. En estos últimos periplos, el maestro Juan, había dejado de viajar en su moto para hacerlo con otras arrendadas. Cosas del Atlántico. Antes de coger el avión había visto y repasado más de mil fotografías de la motocicleta que le estaba esperando, había comprobado sus puntos débiles y confiaba ciegamente en los fuertes. En cuanto las veía, dibujaba un horizonte en la carretera, se agachaba y les susurraba su propósito, les susurraba su destino, les susurraba su privilegio... y ellas le entregaban, irremediablemente, su alma. Aquellas motos de alquiler cobraban vida y sonreían. Era como si dejaran de ser putas para convertirse en amantes. Pero cuando, terminado el viaje, volvían a separarse era él quien les había entregado parte de su alma, dejándola entre dunas, fronteras, amaneceres, precipicios y acantilados...





                                                           (fotos Juan Recio)



Pero el viaje que nos ha propuesto este año es totalmente distinto. Es un viaje introspectivo, de peregrinación a lo más interior de su ser. Más de dos mil trescientos kilómetros en poco menos de treinta horas para llegar desde el Vaticano hasta Padrón, a donde arribó en su día el apóstol Santiago... pero es que, además, los señores de los records Guiness estarán presentes para acreditar que ha batido un record mundial. Porque lo batirá.
No obstante, ellos creen que el mérito consiste en recorrer ese porrón de kilómetros en un tiempo tan breve, pero no es así, te digo que están equivocados. Tu record, maestro y amigo, es inventar, soñar, año tras año, un nuevo viaje. 
Y conseguir hacer realidad, año tras año, tus sueños. 
Eso sí que es un record del mundo, maestro.





Más información sobre los viajes y el proyecto de Juan Recio en www.viajarenmoto.com