Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

domingo, 3 de marzo de 2013

Una sirena triste







Qué quieres que te diga, a mí estas cosas no me gustan, por mucha fama planetaria que tengas. 
Pero por alguna razón que se me escapa, te perdoné los dos plantones que me diste dos años atrás y cogí un ferry en Helsingborg y dejé ese ferry en Helsingor. De Suecia a Dinamarca. Qué risas.
Lo que sí me gusta es volver a pasar por Copenhague… sí, sí, eso sí me gusta.
Me encanta repetir las mismas fotos, con distinta moto y con más calor, me encanta volver a pasear por la capital danesa con aires de “eh, que yo ya he estado aquí antes”… me encanta volverme a colar por el jardín prohibido y me encanta plantarme, sin plantón, frente a la negra sirena a orillas del mar Báltico (léase Escandinavia según McBauman ).
Convertida en mono de feria para reclamo turístico de toda la humanidad, sabía que la cita no sería muy íntima, pero lo que no me esperaba, bella sirena, es que estuvieses triste. Tan triste.



Dice la leyenda que estaba la joven sirenita cantando un canto de sirena cualquiera cuando se volvió un tanto tonto, con tanto canto, un príncipe que andaba por allí con sus cosas, que ya se sabe lo que sucede a quien los escucha.
La cosa es que la sirena en cuestión debía estar en horas bajas porque no se le ocurrió otra cosa que enamorarse del príncipe al que acababa de atontar y entonces hizo lo normal, renunciar a su inmortalidad para poder adoptar cuerpo de mujer y liarse con el heredero al trono.
Y yo no sé si esta mujer era muy alegre antes o si era un poco soseras pero, te digo yo, ahora está triste, muy triste.
Y es que una sirena, si no canta, ni tiene cola, ni es sirena, ni mola.

Moraleja que me invento para este cuento: La felicidad no se esconde en renunciar a ser lo que eres.



Y me fui en busca de mis cosas, de más historias que contar, de más horizontes que recorrer... un poco triste, eso sí, por no haber escuchado los cánticos.
De la sirena triste.